El debate sobre los Fenómenos Anómalos No Identificados (UAP, por sus siglas en inglés) ha ganado un enorme protagonismo en los últimos años. Mientras gobiernos, científicos y la propia NASA reconocen la existencia de fenómenos aéreos que no se logran explicar con facilidad, surge una pregunta central: ¿qué criterios deben cumplirse para afirmar que algo es de origen extraterrestre y no una simple anomalía natural, un error instrumental o un fenómeno meteorológico?

La posición oficial de la NASA y del gobierno de EE.UU

 

El 14 de septiembre de 2023 marcó un punto clave en el debate oficial sobre los Fenómenos Anómalos No Identificados (UAP). Ese día, la NASA presentó el informe final de su Equipo de Estudio Independiente de UAP y anunció la creación del puesto de Director de Investigación UAP, en un esfuerzo por dar mayor rigor y continuidad al análisis de este fenómeno. En dicho informe, la agencia dejó claro que, hasta la fecha, no existe evidencia concluyente de que los UAP tengan origen extraterrestre. Además, recalcó que la hipótesis de vida inteligente más allá de la Tierra debe considerarse únicamente como un último recurso, una vez agotadas todas las explicaciones convencionales, entre ellas fallos de percepción, errores instrumentales, fenómenos atmosféricos o tecnología humana no identificada.

Como ejemplo de la complejidad de este enfoque, la NASA y el Pentágono suelen citar los casos de los videos desclasificados en 2017 por el Departamento de Defensa de EE. UU., conocidos como “Tic Tac” y “Gimbal”. Estas grabaciones, obtenidas por pilotos de la Marina, muestran movimientos que parecen desafiar nuestra comprensión de la aerodinámica. Sin embargo, la ausencia de datos complementarios —como registros multiespectrales completos, metadatos técnicos o pruebas físicas recuperadas— hace imposible llegar a una conclusión definitiva sobre su naturaleza.

En marzo de 2024, la Oficina de Resolución de Anomalías en Todos los Dominios (AARO) del Pentágono publicó su Historical Record Report (Vol. 1), un documento que revisa sistemáticamente reportes de UAP desde 1945 hasta la actualidad. La conclusión fue clara: no existen pruebas verificadas de tecnologías no humanas, y la mayoría de los casos pueden explicarse como objetos ordinarios, fenómenos atmosféricos o, en muchos otros, como datos insuficientes para un análisis concluyente. Este informe reforzó la línea marcada previamente por la NASA: el fenómeno merece estudio, pero aún no se han hallado evidencias de origen extraterrestre.

Durante 2024 y 2025, distintas audiencias en el Congreso y el Senado de EE. UU. mantuvieron vivo el debate. Algunos legisladores y testigos criticaron el trabajo de AARO, acusándolo de falta de transparencia o de limitarse a “usar la ciencia para dar respuestas poco satisfactorias”. Pese a la presión política y mediática, ninguna de estas sesiones ha aportado pruebas nuevas que contradigan la postura oficial. Más bien, han puesto de relieve la necesidad de mejorar la recopilación de datos, aumentar la calidad de los instrumentos y fomentar una mayor cooperación interinstitucional.

En resumen, la posición oficial de la NASA y del gobierno estadounidense hasta la fecha (septiembre de 2025) sigue siendo coherente: los UAP son fenómenos reales, pero no hay evidencia de que tengan un origen extraterrestre. El desafío está en elevar el nivel de observación y análisis para poder discernir con rigor entre lo que es desconocido y lo que podría ser verdaderamente extraordinario.

([Fuente: NASA, 2023](https://science.nasa.gov/wp-content/uploads/2023/09/uap-independent-study-team-final-report.pdf))

anna-paulina-luna-congreso-uap.jpg

El aporte académico: cuándo considerar la hipótesis extraterrestre

 Un artículo publicado en 2025 por Lane et al., titulado The Extraterrestrial Hypothesis: A Case for Scientific Openness to an Interstellar Explanation for UAPs, propone que la comunidad científica debe mantener una mente abierta, pero con rigor. Para ello establece una serie de umbrales de evidencia que deberían cumplirse:

Observaciones multiesensoriales: El fenómeno debe ser captado simultáneamente por diferentes sistemas (radar, óptico, infrarrojo, satelital). Por ejemplo, el caso de JAL 1628 (Japón, 1986), donde un avión comercial fue seguido por un objeto enorme detectado tanto visualmente como en radar, se acerca a este criterio, aunque sigue sin tener explicación oficial definitiva.

Calidad instrumental: Los sensores deben estar correctamente calibrados, con márgenes de error conocidos. Muchas grabaciones militares cumplen con alta resolución, pero carecen de metadatos suficientes para un análisis público transparente.

Comportamientos imposibles de explicar con tecnología actual: Aceleraciones extremas, trayectorias no balísticas, ausencia de señales de propulsión. Aquí vuelven a citarse los videos “Tic Tac”, que muestran cambios de dirección bruscos sin emisiones térmicas detectables.

Efectos físicos verificables: Huellas en el terreno, alteraciones electromagnéticas, residuos materiales. Un caso interesante es el de **Colares (Brasil, 1977)**, donde se reportaron lesiones físicas en personas y documentos oficiales brasileños registraron anomalías electromagnéticas.

* **Reproducibilidad o consistencia:** Múltiples avistamientos en condiciones similares, por fuentes independientes y verificables. Ejemplo de ello son los **encuentros del USS Princeton (2004)**, en los que varios radares, pilotos y sensores coincidieron en la detección de objetos no identificados.

 

Estudios comparativos: descartar lo natural primero

Investigaciones como la de Medina et al. (Nature Scientific Reports, 2023) han analizado reportes de avistamientos y los han cruzado con patrones meteorológicos y astronómicos. El resultado: una gran proporción de los UAPs se correlacionan con fenómenos atmosféricos o astronómicos, reforzando la idea de que antes de pensar en vida extraterrestre, se deben agotar las explicaciones naturales.

Esto se evidencia en muchos casos históricos en los que “ovnis” resultaron ser planetas brillantes como Venus, globos meteorológicos o incluso reingresos de satélites.

 

Los criterios imprescindibles para considerar un fenómeno como de posible origen extraterrestre

A partir de los informes y estudios revisados, se pueden resumir los principales criterios que la ciencia plantea. Estos umbrales no solo delimitan el campo entre lo inexplicado y lo extraordinario, sino que también marcan la diferencia entre un simple avistamiento anecdótico y un caso que merece atención científica rigurosa. Veámoslos en profundidad:

 1. Multisensorialidad confiable

La detección debe realizarse mediante **instrumentos independientes y diversos**, como radares, cámaras ópticas, sensores infrarrojos o satélites. Con ello se evita depender únicamente del testimonio humano, sujeto a errores perceptivos. El caso del **vuelo JAL 1628 en 1986**, donde un objeto de gran tamaño fue observado visualmente y también registrado en radar, es un ejemplo de cómo la correlación entre diferentes fuentes aumenta la credibilidad del fenómeno. De forma similar, durante los incidentes del **USS Princeton y los pilotos de la Marina en 2004**, múltiples radares y aviones coincidieron en la detección de objetos no identificados.

2. Calidad y trazabilidad de los datos

No basta con tener imágenes o videos impactantes: los datos deben ir acompañados de **metadatos, calibración de instrumentos, condiciones atmosféricas registradas y trazabilidad completa**. Sin estos elementos, es imposible validar científicamente un caso. Muchas de las grabaciones filtradas o difundidas en redes pierden fuerza precisamente por la ausencia de estos parámetros técnicos.

3. Descarte exhaustivo de explicaciones convencionales

Antes de plantear la hipótesis extraterrestre, deben descartarse causas naturales y humanas: **fenómenos meteorológicos, planetas brillantes confundidos con luces, globos meteorológicos, drones, fallos técnicos**. Por ejemplo, numerosos avistamientos históricos atribuidos a “platillos voladores” terminaron siendo reentradas de satélites o pruebas militares secretas. El rigor exige que la hipótesis extraordinaria sea el último recurso, nunca el primero.

4. Evidencia física verificable

Los mejores casos cuentan con **rastros tangibles**: alteraciones electromagnéticas, huellas en el terreno, efectos fisiológicos en testigos o incluso materiales que puedan analizarse en laboratorio. El **caso Colares en Brasil (1977)** documentó lesiones físicas en testigos y perturbaciones eléctricas, mientras que el polémico **Roswell (1947)** se cita constantemente como un ejemplo de posible recuperación de restos, aunque sigue envuelto en controversia. Sin pruebas físicas claras y repetibles, la discusión queda en un terreno especulativo.

5. Consistencia y repetición

Un fenómeno aislado puede ser interesante, pero **la repetición bajo condiciones similares** y la consistencia en los registros históricos son las que consolidan un caso. Patrón, frecuencia y recurrencia permiten diferenciar lo anecdótico de lo potencialmente trascendente. Los informes del Pentágono señalan que algunas zonas muestran una concentración mayor de reportes, lo que sugiere que ciertos entornos podrían ser más propensos a registrar este tipo de fenómenos.

Un debate en continua evolución

 

Hoy por hoy, ningún caso documentado cumple con todos los criterios científicos de forma indiscutible. Esto no significa que el fenómeno no exista, sino que aún no hemos cruzado el umbral metodológico necesario para afirmar sin dudas que estamos frente a una inteligencia no humana. Sin embargo, proyectos como el Galileo Project del Dr. Avi Loeb, que busca registrar UAPs con instrumentación de última generación, podrían acercarnos en los próximos años a obtener datos que hagan inevitable una discusión más profunda en la comunidad científica.

Más allá del ámbito académico y gubernamental, existe otro aspecto que no puede ignorarse: el testimonio de miles de personas alrededor del mundo que aseguran haber tenido contacto directo o telepático con seres de otros mundos. Contactados como Sixto Paz Wells (Perú), Ricardo González Corpancho (Argentina) o Luis Fernando Mostajo Maertens (Bolivia) han relatado experiencias de encuentros cercanos, mensajes recibidos en estados de conciencia expandida e incluso citas programadas en lugares específicos donde grupos de testigos han afirmado observar manifestaciones luminosas en el cielo. Aunque estos relatos no cumplen con los estándares científicos exigidos —pues carecen de pruebas instrumentales reproducibles— constituyen un corpus de experiencias que alimentan el debate y que sugieren la posibilidad de que el contacto humano-extraterrestre ya se esté produciendo en otra dimensión de la realidad.

El reto está en mantener la apertura mental sin perder el rigor científico. Por un lado, los gobiernos y las instituciones científicas deben seguir avanzando en la recopilación de datos fiables. Por otro, la existencia de relatos de contactados nos invita a no descartar que el fenómeno pueda manifestarse también en planos que aún no comprendemos del todo, como la telepatía, la conciencia o la multidimensionalidad.

En definitiva, el debate está abierto: ¿debemos esperar a que la ciencia valide los datos con la metodología tradicional, o deberíamos también considerar las experiencias humanas que apuntan a un contacto ya existente? Esta es la frontera donde se cruzan ciencia, espiritualidad y sociedad.

Y tú, ¿que opinas?

Fuentes consultadas:

[Fuente: Nature, 2023](https://www.nature.com/articles/s41598-023-49527-x))

([Fuente: Springer, 2025](https://link.springer.com/article/10.1007/s13194-025-00634-8))